miércoles, 9 de enero de 2008

LLOVÍA


Tanto llovía que me refugié un poco dentro de una parada de autobús, y allí comencé a observar la vida, en ese deporte que me hace viajar sin moverme del sitio; las gotas aumentaban de grosor, y vi como un padre tapaba como podía a su hija menuda de grandes ojos azules, el cartero se afanaba junto a mi por cubrir esa correspondencia que en su mayoría se ha convertido en un rosario de facturas, con lo que me gustaba a mi escribir de mi puño y letra, una vez estuve escribiéndole cartas a una amiga que me lo pidió como sería mi grosor en correspondencia que una vez olvidé poner la dirección completa y sólo con el nombre de la gran avenida, el cartero puso el resto, allí bajo la lluvia me acordé de ella, como la vida nos cruzó y nos descruzó en ese baile maldito que tiene el albedrío por tocar las narices a veces. Seguí mirando un repartidor traía una bandeja con dulces, que me convirtieron en un momento en un perro más de Pavolv y comencé a salivar, para evitarlo miré para otro lado, venía el autobús, dejé la observación para buscar el bono bus mientras la lluvia arreciaba aun más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantan las gotas de lluvia en los cristales...la música de Chopin... me he enamorado de la foto.
Si no te importa me gustaría guarda y ponerla como fondo de escritorio en estos meses, hasta el Domingo de Ramos claro está.

Anónimo dijo...

Estoy contigo, yo también tengo muy buenos recuerdos de cuando escribía mis cartas de amores de juventud de mi puño y letra y dichas cartas atravesaban España entera...

el aguaó dijo...

Hay momentos en los que perderse en los hilos de la memoria trae recuerdos olvidados y llenos de polvo que, como en esta ocasión, algunas gotas de lluvia se encargan de refrescar.

Un abrazo.

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