domingo, 15 de marzo de 2015

PRIMER PREGÓN EN LA A.A.V.V. PUERTA CARMONA (Y EN MIS CANNES)

Agradecimientos Buenas tardes y bienvenidos todos. Agradecer a la Asociación de Vecinos por contar conmigo para esta exaltación y a mi compadre Rafael por su presentación. Rafa es algo así como un amigo de la infancia que llegó en la madurez pero se asentó en mi mundo como si llevara ahí toda la vida. Gracias a Él soy isidoriano, porque yo había estado varias veces cerca de serlo pero siempre se me había estropeado el intento, de hecho desde que tengo conciencia cofrade sólo me perdí un vía crucis, el del año 92, justo el año en el que Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas iba a la Catedral a presidirlo yo hacía guardia en Tablada cerca de la capilla Virgen del Loreto donde un azulejo del Señor de las Tres caídas adornaba la puerta, hasta ahí me fuiste esquivo Padre mío. Con el tiempo mandaste a mi Compadre el que me llevó hasta la Cuadrilla del Señor, los que me hicieron hermano de la cofradía isidoriana. Rafa ha sido para mí como un hermano chico, nos hemos hecho a golpe de Arenal, bancos de arena y Costanilla y sólo puedo tener cariño y agradecimiento hacia él. EXALTACIÓN PUERTA CARMONA Cuando Carlos y Miguel me propusieron el iniciar las exaltaciones en esta casa. Acepté directamente, era la primera, siempre es señal de que no te van a comparar con ninguno de los anteriores. Lo siguiente fue pensar que tipo de exaltación quería dar, algo poético y repleto de ripios?, casi mejor que no, no soy poeta. Pues nunca he sabido agrupar, silabas que se asemejen, ni darles rimas baldías, mientras las palabras crecen. Por supuesto tampoco eran plan de iniciarme en el atril con un compendio de pregoneros, una especie de narración en la que "recuerda el pregonero cuando de la mano de su padre, salía por la desvencijada cancela de la casa de la abuela, donde olía a matalahúva de los pestiños.." cliché de pregonero antiguo y demasiado rancio para mi gusto. Seguí indagando entre los que ya tenían muchas tablas en esto, para alguien como yo que suele quedarse en primera línea pero disparando fotos, ponerse ante un atril y encima para iniciar un ciclo era una gran responsabilidad, y para dar lo mejor de mi necesitaba la experiencia de los que ya habían pasado por este trance. Hasta que alguien me lo dijo claro, "tu habla de Sevilla y tu semana santa. Esa fiesta que vives a diario. Esa fiesta que te tiene abstraído y que se dispara en tu mente cuando pasa la Navidad y empieza ese momento de tu vida en el que se aceleran los pulsos y sólo piensas en capirotes e incienso". Fue tan expresivo que lo tuve claro, contaría mi semana santa, ¿pero cual? en mi se da una trilogía personal, el capillita, creyente y desde chiquitito apasionado de todo lo que rodea la semana santa, pedagogo de carrera y de convicción porque siempre trato de enseñar y educar, y fotógrafo de profesión porque siempre quise contar con mi cámara lo que rodea a la Semana Santa, por tanto cual sería ¿la del fotógrafo? ¿la del pedagogo? o ¿sólo la del capillita? Casi mejor las tres si no sería como dejar una historia a la mitad. Además las trilogías funcionan mejor, aunque George Lucas pusiera tanto empeño en estropearlo. EL CAPILLITA De repente una mañana te das cuenta, vas estrenando los zapatos que sus Majestades los reyes te dejaron y te cruzas con un nazareno de cartón, que te mira como si te hubieras metido en su tramo y que te cuenta las ofertas de la tienda. Es la Puerta Carmona, un barrio de siempre y vivo como él sólo. Una de las mejores entradas para llegar hasta el centro. Porque allí se asoma el Señor de la ventana ese que siempre visito cuando vamos a viajar para rezarle un padre nuestro. Algunos lo llamaran superstición, otros fe, yo sólo sé que acercándome a esa ventana y ofreciéndole un Padre nuestro me siento mejor. Siempre recordaré el martes santo del año 2014, después de que el ofrecimiento de un balcón frente a la puerta para ver la salida, el de mi amigo Oscar, se aguara varios años en el 2014 llegó mi oportunidad. La oportunidad de ver la pelea entre el metal y la piedra, que el imposible arco mantuvo con los varales de la que Desamparada en su dolor sale a duras penas a evangelizar su barrio. Aun recuerdo como poco a poco se perdía pasando de San Esteban a Águilas y se iba abriendo la multitud hacia otras localizaciones. Desde aquel balcón habíamos visto el día antes como Jesús Cautivo venía desde San Pablo al centro metiéndose con el izquierdo en el salón de mi amigo. La proximidad de ser el primer piso te permitía sentirte dentro de aquella escena en la que Herodes interroga a Jesús. Por esa misma calle en la que esa mañana de Enero tardío entraba al centro pasaban tantas cosas en esa bendita semana. Así seguí mi paseo hacia el centro tratando de esquivar la Alfalfa, psicosis de capillita, que ve como la piel sensible convirtió una plaza de Sevilla en una plaza de Dusseldorf. Y me desvié hacia san Isidoro, porque aparte de ser una de mis hermandades aquella esquina tiene mucho de cofrade en ese especie de vórtice en el que se juntan Luchana, Cristo de las tres caídas y cuesta del Rosario. Por allí suben y bajan muchos pasos a lo largo de la semana santa por eso siempre que una capillita confeso como yo pasa por esa zona por muy estresado que estés algún paso se te cuela en la memoria. Una vez que entras en el centro ya todo son rincones para que se active la memoria sacra. Esa que nos lleva a los capillitas a rememorar durante todo el año lo que vivimos durante una semana. Siempre se te tuerce el cuello para la escalinata del Salvador, aunque vayas en bermudas y sea agosto, siempre parece que estas queriendo ver cómo crece esa rampa que nos lleva a la locura. El colmo es cuando pasa el miércoles de ceniza y todo se convierte en una cuenta atras. Y empiezan a acumularse lugares en los que estar, de repente un día te cruzas con una parihuela que ensaya un domingo por la mañana y la sigues hasta ver al menos una levantá. Besamanos, besapiés, quinarios, triduos, novenas...,conciertos, pregones, y en lo cotidiano veras crecer en las iglesias los pasos, hasta el día que empiece a crecer la famosa rampla, que no rampa, las rampas pa los garajes, y la miraremos dos veces antes de meternos en Sagasta para confirmar que es verdad que ya va llegando. En esos días repetiremos recorridos cuando andemos por Sevilla. Empezaremos a cruzar por calles que tomaran sentido como nunca, como Herbolario, donde en determinadas fechas siempre hay alguna mujer cosiendo capirotes, y veremos la ciudad más bonita que nunca. Hasta que estallé sin más y vuelva la alegre tristeza de nuestra semana santa. Este capillita que os habla empieza a sentir nostalgia el mismo domingo de Ramos por la mañana, justo cuando lo que tiene que empezar comienza a notársele el final. Pero hasta que llega ese instante quedan días de muchos ires y venires, días de olores y sabores únicos en el año, como la primera torrija, que casi te la tomas caliente del ansia con la que llega a tu boca. Ese olor iniciático de incienso callejero que el buen capillita desglosa en el aire, "ese tiene más vainilla", "tiene más cascara de naranja", las papeletas de sitio, las igualás, las mudás, tantos hitos, que rodean y a veces confunden lo verdaderamente importante de esta fiesta, el amor de el hijo de Dios a los hombres. En ese amor que es Dios cada año recordaremos a los que nos faltan, a los que se fueron con él y este año ya tienen la papeleta dorada que lleva al cielo. A mí se me fue mi tío Pepe un viernes en el que enero agotaba el papel del calendario, 42 años queriéndolo hace que su recuerdo duela, aunque nunca olvidaré como guardó para su sobrino aquel cartel de Ntro Padre Jesús de las Tres Caídas que colgaba de la sucursal del banco de Bilbao en el que Él trabajaba en la calle Puente y Pellón. Cuadro que este sobrino que les habla aun tiene colgado en una habitación de su casa. Y siguen avanzando los días de esos cuarenta que nos voltean el alma, a veces tienes una de esas cuaresmas especiales en las que te invitan por ejemplo a ver como el Señor Cautivo sube a su paso. El Señor de la mirada implorante salió de la puerta de la sacristía en brazos de sus hermanos, esos que desde hace poco ya son los míos; el Señor parecía tan frágil y fuerte a la vez que daba rienda suelta al corazón y a las lágrimas. Fue ascendiendo al paso pasando de mano en mano de sus hijos. La emotividad continuó sin más, sin pedir permiso...,un padre nuestro y ya sólo a esperar al lunes santo. Y Vivir sin más rodeado de actos, fundir un palio allí donde desaparecen las direcciones habituales, ya no hay izquierda o derecha, hay, San José o Caridad, altar mayor o sacristía..., son días de llegar tarde a casa tras ensayos, cabildos o papeletas, dormir poco pero dormir a gusto. Poco a poco va llegando siguiendo el rastro de nuestros recuerdos, "ya está el cartel de capirotes en la puerta Carmona"; una tarde corres hacia una cita que no llegas y...algo ha pasado en alcaicería, mucha gente demasiada para una calle que es de paso y la gente está parada, es la cola de los capirotes, y es que sean de cartón o rejilla con badana o sin badana siempre hay que recogerlos. Desde que pasa el verano ascendemos el tourmalet capillita ese que se inicia en el Cerro, sigue hacia las Rosario y tiene por metas volantes Caridad, Amargura y Presentación cuya ascensión acaba en Amparo y todos los santos, desde la purísima en adelante todo será un descenso hacia el domingo de ramos. En Semana santa el capillita nace comiéndose el mundo hasta que el mundo acaba comiéndoselo a él. Todos hemos visto la nómina diaria con 20 y con 30 años; hasta que el correr del tiempo te lleva a elegir instantes, cambias cantidad por calidad, prefieres ver una cofradía por determinados lugares a verla todos los años. Además conforme avanzas en edad más importancia adquieren los bares en la logística diaria del capillita, aquello de hoy es miércoles santo si vamos un ratito a la asociación que por allí no pasa ninguna a esta hora,nos tomamos su poquito de ensaladilla, después descansamos los pies pa lo que surja. Porque somos tan jartibles que siempre surge algo, y ese ratito sentado esa tapa y esa cerveza te dan para que el cuerpo te deje ver la vuelta de alguna. Vives de instantes que nutren tu memoria, serán esos días en los que creas nuevos recuerdos que te servirán para adornar las espera. Que contaros del inicio, ahora con las de vísperas aquel deseo de ver el primer nazareno de la Paz se ha aplacado. Antes para uno que se ha criado en el Cerro, llegar hasta la Puerta de Jerez y ver resplandecer el paso del Cristo de la Victoria, era una especie de subidón cofrade, subidon de capillita bisoño que ya se disponía a hacer una muesca en su programa, ya sólo restarían ocho más. El Lunes Santo siempre fui más de la solemnidad de las de negro, ver como llevan al Señor de la Caridad a su entierro mientras la campana de San Andrés tañe a luto desconsolado. Recuerdos de un capillita, como aquella vez en el Salvador, la cofradía de las Penas volvía hacia su iglesia, en el cielo no cabía una estrella más, y Tejera sonaba a Pascual Marquina y su Procesión de Semana Santa en Sevilla, algo así debe de ser la eternidad, un instante, un lugar que se clava en tu ADN y no se baja a pesar de los años. Y desde hace pocas fechas mi Lola y yo, ya somos de la nomina de la cofradía del tiro de línea. Siempre inspirados por el Señor de la mirada implorante y tantos y tantos hermanos alrededor que te muestran a las claras lo que significa hacer hermandad Y llegó el martes santo, el día de mis amigos, bueno realmente el día que concentro más amigos, porque realmente amigos míos salen todos los días. El martes se inicia con mi barrio de nacimiento. Yo sí recuerdo a mi vecina, la de la iglesia, mi vecina Dolores. Cuyo hijo murió joven y por los demás. Allí se acumulaban ante Ella muchas historias. Mujeres al mercado que pasaban a verla porque Ella si sabe lo que es sufrir, como se sufría en un barrio obrero en tiempos en los que la droga era una amenaza para la juventud. En esos tiempos llegó su hijo al barrio, yo tenía 9 años. Subía por la entonces Héroes de Toledo y comenzó a llover. El Cristo fue introducido en la antigua capilla de Hytasa y nos volvimos a casa. Te das cuenta de cómo pasa el tiempo cuando te sorprendes contándole a tu mujer en que localización exacta estuvo esa capilla. Desamparo y abandono le pusieron, nunca una advocación peor puesta, porque fue llegar al barrio y los cerreños se encargaron de que nunca más fueras desamparado ni abandonado. Así es mi barrio. Perteneciendo a la banda de cornetas y tambores Virgen de los Dolores este que les habla tocó tras su palio, un septiembre de velá y calles engalanadas. La procesión se demoró en exceso y la banda de un pueblo del aljarafe, decidió irse sin más, alguien tuvo la feliz idea de poner a aquellos niños que ensayábamos en terrenos donde ahora está la ronda del Tamarguillo a tocar tras nuestra Virgen, algo que nunca olvidaré. Y si así empieza el martes sigue con los Javieres, que siempre tendrá la cara de mi amigo Chema que en gloria esté, un tipo que cuando su Cristo de las almas lo creó le puso un corazón tan grande que no pudo ponerle buenos riñones. Seguirá San Esteban, una hermandad que no podría enumerar a los amigos míos que lleva en su nómina porque alguno me dejaría fuera, este año mi hermano Oscar dará el pregón del Costalero y allí estaré yo para fotografiarlo, no tengo más remedio soy su fotógrafo de cabecera. San Benito y mi amigo Javí, un tipo de los que quedan pocos y gracias al Hijo de Dios cruzamos nuestros caminos. Y el día de las amistades lo cierra Santa Cruz, cofradía que inicia mi cuñado, que os voy a contar de mi cuñado, que me alegro de que me haya tocado en suerte, y un monaguillo de flequillo inquieto llamado Curro del que este que les habla es orgulloso tio y que me cautivó desde el minuto uno y desde este año otro amigo más en Santa Cruz, Oscar siempre sonriendo, siempre ayudando, siempre pendiente. Y el miércoles al arenal, mi miércoles de Caridad, de aquella que tiñó mi túnica de azul y mi cíngulo de blanco, de la de la mirada gacha y el rictus desconsolado, esa mirada que intenta no olvidar las plegarias y los rezos de los que nos acercamos a verla, de los que cualquier día del año entramos a pedirle y a rezarle. Aunque mi cordón sea blanco siempre tengo cariño para esa niña dolorida que lleva al hijo del hombre postrado en su regazo. Piedad, Caridad y Misericordia para este corazón capillita que se forjó a golpe de arenal y Adriano. Y llegaran los tres días en poco más de 24 horas los que se inician con la cruz de guía de los negritos y acaban entrada la madrugada del sábado, cuando entren los 18 ciriales que llevan al sábado santo. Pero vayamos por partes, de la felicidad del sol de media tarde mientras los negritos y la muerte de su Cristo nos sume en una profunda reflexión sobre la vida, a cuando el atardecer vierta sobre el valle en su salida las ultimas luces del jueves santo. Y todo nos sumergirá en la negra luminosidad de la madrugada sevillana, alternar luz y sombra, brillo y penumbra, silencio y algarabía,..., y tantos y tantos contrarios. Aún recuerdo la primera vez que vi el silencio en la catedral, ver como avanzan negras sombras en punta a paso lento como el tiempo que por ellos no pasa, y notar como la luz anaranjada de los cirios va rellenando las bóvedas, una experiencia que te sirve para constatar que esto no nació ayer. Me crié en Esperanza y maduré en Esperanza. Pasé del puente al atrio y del atrio al puente. Desde que tengo uso de razón mi mañanas de viernes santo eran cercanos a los ojos de la dulzura de la Esperanza de la calle Larga y con el tiempo, la esperanza tomo también en mi alma la cara de la que convirtió la esperanza en universal. Nunca entendí rivalidades, porque siempre necesité mi dosis de Esperanza de calle larga y de atrio para aquellos días en los que la lluvia cae tan fina que te cala los huesos. Y ya cuando la madrugada se convierta en mañana y la luz del sol nos cierre los ojos buscaremos alguna de las de capa, para aferrarnos a que esto no acabe y nos cruzaremos con alguna iglesia abierta donde estarán pasos de otras jornadas con la cera consumida y las flores ajadas y entonces nos daremos cuenta de la irremisible tiranía del reloj, de ese que no nos abandona y que nos recuerda que todo acaba. Y ya cuando el viernes se adentre en nuestro ahora disfrutaremos del clasicismo de la jornada, con la pena del final, tendremos que sobreponernos para disfrutar o la melancolía de lo que acaba se hará dueña de la situación. Aún así ver la cofradía de la Carreteria con el empaque de los siglos, y buscar a un puñao de amistades que me trajo el terciopelo azul y la cruz de santigo. O el instante de la muerte hecho Cristo cruzar el puente de noche con un manto de estrellas iluminadas por su mirada deshecha o por ver como Ntro Padre Jesús el del labio roto, sortea la amenaza de estrechez de placentines, camino de la Costanilla. Bajo Nto Padre Jesus van siempre una cuadrilla de corazones valientes que me hicieron hermano en Cristo para los restos. Y al capillita le quedará el último asalto, nada más triste que un palio de recogida el sábado santo, o si ya la nostalgia te asoma por los poros, esa última amarguras, en la puerta de Santa Marina mientras el último nazareno se pierde por las callejas del Moscú sevillano. Ya todo se ha consumado, y se ha consumido, ya sólo nos quedarán manchas de cera en el suelo y la desarmá y esa inexplicable sensación de vacío que siente el capillita cuando la cuaresma y la semana santa termina. Y hablando de inexplicable, el capillita también es pedagogo y siempre trata de explicar lo inexplicable y de enseñar al que no sabe o no entiende, para ello siempre que viene bien me gusta usar el cuento. Un cuento como decía Cortazar gana por K.O., por eso por esa proximidad viene bien para la pedagogía. EL PEDAGOGO El pedagogo que les habla, más parao q el vestidor de la canina trata de enseñar y de explicar un suceso multicultural como la s santa porque merece ser explicado. Y es multicultural no porque lo diga P Iglesias, ya lo era antes de q él tuviese su coleta. Cuentos hay muchos pero para nuestra semana santa viene bien aquel que decía: Llego Albert a territorios del reino de Sevilla un sábado previo al pregón, desde la ciudad del viento, Chicago, quería completar sus estudios de antropología y teología sobre manifestaciones religiosas. Ya se lo dijo su tío Ronald, q perteneciendo a los marines y estando destinado en Rota vino a abrir paso en una procesión. Era el año 1966 en la paz; su tío ya mayor le recordaba la impresión de esos doce músicos que tocaban con aires de Nueva Orleans cuando se cruzaron con personas vestidas a la usanza del KKK, aunque después les explicaron todo lo que les tenían que explicar y salieron delante de aquella cruz. Llegó porque su tío se lo había dejado muy claro, no te digo que no veas los chamanes peyoteros y a los bramas hindúes, pero tienes que ir a Sevilla en Semana Santa. Y allí me llegó en el AVE, el día de las asociaciones cofrades, sábado previo al pregón para los no iniciados, esas asociaciones que a mí me gusta llamar las alégales, porque nadie en el terreno de la devoción debe de ser ilegal. Vimos salir desde una carpa un paso en Sevilla Este, un Cristo y su olivo. -¿No hay cura?, me preguntó con un castellano que me sorprendió gratamente. No así la pregunta. Como le explico yo al colega que esto desde el arzobispado, como que no... - Veras es un poco largo de contar, esto aun no ha sido aprobado. No le sorprendió que saliera de una carpa, - Es normal, si de la pequeña iglesia no cabe. Iba a decirle que no era una iglesia, que era un local comercial, pero me contuve, como iba a explicarle aquel fenómeno que pulula entre la devoción y el deporte sacro. Cruzamos Sevilla viendo pasos, algunos de dudoso gusto pero todos tratando de dar la dignidad a sus imágenes, hasta que desembocamos en un bar, aquello de las tapas me costó tanto o más que explicar que lo de las asociaciones cofrades. -Hoy Albert es el pregón, es como un anuncio de lo que está por llegar. - Bien iremos ¿no?. - Pues no. Nosotros por la radio y a ver besamanos. - No entiendo deberíamos de ir para entender lo que va a ser la Semana Santa no? - Albert en Sevilla no todo es como debería de ser, rara vez consigues una entrada pal pregón, además no se necesita oír el pregón para saber cómo será la semana santa. - No entiendo, ¿quiénes van entonces?. - No todo el mundo es igual, hay quien parece que va por que se note que está y hay quien va porque de verdad le gusta. ( y hay quien no va y aparenta que ha ido dándose una vuelta por los alrededores con las revistas que dan fuera), esto último lo pensé pero no lo verbalice, tampoco era necesario. Albert fue tomando nota de todo aquello como si no hubiera un mañana, como vestían las Vírgenes, los Cristos, flores sus tipos, cera, iluminación. Pasamos el domingo de besamanos en besamanos, y cuando me despedí de él lo hice hasta el viernes de dolores por la mañana, quería visitar Cádiz y Málaga, con lo que esa semana no tendría responder a más preguntas incómodas. Se perdió algún que otro retranqueo, fotografías de la ebullición de la fiesta esa semana y regresó el viernes de dolores, justo para ver los palcos y asaltarme a preguntas. -¿Quienes se sientan aquí?. le iba a contestar que hombre sentarse sentarse...,pocos y poco rato, pero como no lo iba a entender no quise liarlo más. - Las fuerzas vivas de la ciudad, personas que antiguamente pertenecieron al Consejo, al ayuntamiento... Me miró como si no hubiera entendido nada pero afortunadamente no preguntó. Vimos algunas hermandades de vísperas, le costó entender lo de los crucificados en viernes de dolores, pero zanjé ese tema de entrada porque sabía que lo iba a preguntar. -Vamos a ver Albert aquí no hay un orden cronológico, las hermandades y cofradías procesionan en determinados días por motivos históricos o de reglas. Puso cara de no haberse enterado, la verdad es que yo tampoco sabía como explicárselo todo. El domingo de ramos lo llevé a la Campana, Albert se plantó en medio del pasillo mirando con el tele objetivo de su cámara hacia todas direcciones, tras más de un cuarto de hora en esa actitud me tenía desconcertado. - Pronto pasará la primera, la Borriquita.- Albert seguía mirando como poseso por su cámara- ¿que buscas por Dios? - La Campana. - La hubo pero ya no la hay. - ¿Y le dejáis puesto el nombre por una campana a una plaza principal de Sevilla?. - Tu eres consciente de que Chicago en chiricagua significa ajo silvestre ¿no?,..., se cortó el silencio entre nosotros, hasta Albert entendió que hasta ahí había llegado la historia. De repente la corneteria y el tambor inundaron la Campana, Albert miraba hacia el palquillo y me pareció el momento de firmar la paz. - Te estarás preguntando quien son aquellas personas no? - Pues si la verdad. - Pues mira son el Consejo de Cofradías, un grupo.. - ...dejame, me interrumpio Albert, voy a intentarlo yo, un grupo de personas que dirigen y coordinan el mundo cofrade, que intentan solucionar los problemas entre ellos y que siempre imponen unas reglas para que nadie sea más importante que otra, o algo asi ¿no? - Pleno albert, pleno. -Tampoco el güiri tenía porque saber toda la verdad. Dudas sobre todo por la música, se quedó maravillado con Margot, ¿notas la tristeza y la melancolía de esas notas?, empezaba a hablar como si se hubiera criado en la Encarnación. Se iba adaptando cada vez más a las tapas, - Menudo quiero menudo. - Hoy jueves santo es vigilia no se debe de comer carne. - ¿Eso es porque es jueves santo?. - Hombre por aquello de la abstinencia y un poco de penitencia al cuerpo, se intenta no comer carne. - Osea que si me gastó 100 euros en una mariscada eso si no? Miré al camarero y lo llamé. - Yo quiero un pavia y a este le pones menudo y en vez de picos pa empujar le pones chicharrones, que vaya al infierno pero a la zona VIP. - ¿Por qué un paso con un esqueleto? esta cofradía es mexicana. - No es un esqueleto, es la muerte, representa el triunfo de Cristo sobre la muerte. Aceptó de buen grado mi respuesta, aunque en mi afán porque el güiri no tuviera descanso en sus entendederas le recité. Cerquita de San Gregorio la tarde ya se me escapa Cuando pasa la canina Tan abstraída y callada Que no le tiremos flores Ni le hagamos petaladas Q las cuencas se le llenan De las flores deshojadas Que la zambrana retumbe Y volvamos las miradas Para ver como levantan Tu paso canina, guapa Pasa ya canina mía Q llevare en mi solapa Un clavel para tus huesos Pa tu sonrisa forzada Q aunque no te suene música Ni canina coronada Tu osteoporosis es mi pena Silbaremos a tu entrada Que ya pasa la canina Con su figura desnuda Y yo me digo y repito Pero como tu ninguna. Albert se me quedó mirando, mitad extasiado, mitad irritado. - Y te has quedao tan tranquilo. He visto contigo la Macarena y la macarena de triana, y el gran poder, y tu Baratillo y yo que se cuantas cosas más y le escribes a un esqueleto. - Es que la canina es mu grande. Me miró y me remiró y ya no volvió a preguntar nada. Quise que el domingo de resurrección viera la hermandad del resucitado como se merece, amaneciendo. Muy cansado pero con ánimo estuvo pendiente de todos los detalles. -Albert observa los azules que sobre Cristo hay en el cielo, duran poco, para la Virgen ya habrá amanecido. Ya de mediodía avanzado lo llevé a la estación de tren. -Gracias por todo, hoy he entendido eso de la pena que no me cuadraba, cuando Cristo a resucitado, pero después de toda esta semana está más que justificada. Creo que vuestra fiesta hay que haber nacido aquí, para entenderla en su totalidad. Prometió enviarme un libro ya acabado y yo esperé que se metiera en el AVE, para decir en voz alta. - A veces es naciendo aquí y tampoco entiendes según qué cosas. Igual de incomprensibles son las luces de la Semana Santa, para mi tercera parte, el fotógrafo, que ve un tercio de de mi vida desde el visor. Como cofrade viví dos épocas en la fotografía una de carretes, trípodes y escaleras y otra de sensor y tarjetas. Pero eso de la técnica es para otra disertación. Conocí la fotografía justo después de abandonar la banda de la redención, el primer año algo me faltaba, no sabía ni como cambiar un carrete y pasé a tratar de dominar aquella luz que irradiaba de un palio, de ahí en adelante fui acostumbrándome a ver la semana santa desde mi cámara y ya me cuesta verla sin ella. Gracias a la fotografía he participado de instantes que no muchos cofrades han podido participar. Recuerdo aquel día porque jamás podré olvidarlo, mi esposa Lola, ese Angel que en su tiempo me rescató de los infiernos, y este que les habla fuimos invitados a fotografiar a la Esperanza, una advocación hermosa que en Sevilla lleva varios apellidos, aunque la Esperanza como concepto sólo sea una. El apellido de aquella Madre en particular era Macarena. Afuera amanecía a marchas forzadas, dentro tras el turno de vela, las limpiadoras de la hermandad se afanaban en limpiar el suelo de la basílica. Lola y yo nos quedamos a solas con la Esperanza, en el lugar en el que el ateo director de cine Michelangelo Antoñoni dijo aquella frase que debería estar grabada a fuego en sus paredes. "Tienen ustedes la suerte, sólo con venir aquí, de poder contemplar lo que toda mi vida he buscado: la Esperanza”. Y allí estábamos los dos, con dos horas por delante. Con la Esperanza del mundo en el suelo y a nuestro lado, intenté ejercer mi profesión de fotógrafo pero no lo conseguía, sólo podía mirar los ojos de la Madre y sus manos desencarnadas a besos, y sus mariquillas, símbolo universal que por primera vez veía a escasos palmos de mi cara de fotógrafo congestionado. Por fin me rehíce tenía una ocasión única y debía aprovecharla. Fotografié su cara milímetro a milímetro, Las limpiadoras acabaron su trabajo y nos quedamos verdaderamente a solas. El Señor de la Sentencia se asomaban a media luz en su altar. Impresionaba verla tan cercana, más que impresionar, abrumaba. No es que vieras la imagen, podías sentirla. Notar su presencia. Voy a fotografiar sólo sus ojos. Y quedaron para siempre sus ojos prendidos de mi memoria. Una vez que acabamos, tras dos horas fotografiando, nos dispusimos a salir de la basílica, aún faltaban minutos para que abrieran y mi esposa dijo algo muy llamativo,..."se queda sola". Y es que impresionaba ver a la esperanza sola en su iglesia. La Esperanza de las multitudes se nos presentaba solitaria con toda su casa encendida. Rescaté la cámara de mi bolsa y la fotografié así, sola, desvalida. Aun nos quedamos unos minutos para que la espera d reencontrarse con sus hijos se le hiciera más llevadera. ¿quieren que les diga una cosa?. No recuerdo como era el altar. No sé si llevaba dosel, y si lo llevaba no sé de qué color era. Me quedé en la memoria con sus ojos y el desconsuelo de verla sola en su basílica. Porque uno es una mezcla de fotógrafo y capillita y a solas con la Esperanza fue un regalo para el capillita que se entrecruza en este fotógrafo. Con la cámara no sólo he llegado a momentos dulces, también los ha habido no tan buenos. La lluvia, la maldita lluvia, aun recuerdo chaparrones eternos, Cristos empapados y muchas lágrimas. Y hasta así es hermosa nuestra Semana Santa. Fotografiaremos cualquier cosa de la cuaresma, limpieza de plata, escaparates, cosiendo capirotes, el montaje de la rampla..., hasta que foto a foto, megapixel a megapixel se nos escape la Semana santa de las manos, sin más se verá este fotógrafo saliendo de la Maestranza a la carrera en el tercer toro para llegar al besamanos de la virgen de la Alegría en san Bartolomé e iniciar el tiempo letifico que nos hace más llevadera la espera de capirotes. La ciudad se mostrará etérea, dormida y cansada de siete días en la gloria. Y todo acabará donde empezó en la Puerta Carmona, aquí en la esquina, buscando el autobús que nos lleve a casa. Después vendrá la feria. El mejor sitio para hablar de cofradías. Pero eso ya será otra historia. Gracias. He dicho.

LA ÚLTIMA PRINGÁ

 Extraña sensación la de decir que tienes que ir a un bar a comerte un montaito antes de que cierre el domingo y que el camarero descendient...