No voy a teorizar sobre el dolor, nunca he sido ni seré un teórico de nada, pero se me ocurren pocos dolores más intensos que el de una madre que pierde a su hijo, ya sea en Nazaret, en la antigua Yugoslavia, en cualquiera de esos cayucos que surcan el mar, o en uno de esos lugares en los que ahora mismo la guerra asola la humanidad, el gesto de ver vituperado y muerto a ese que concebiste y criaste para verlo feliz, debe ser como morir en vida.
miércoles, 30 de enero de 2008
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2 comentarios:
Esta virgen es una de las desconocidas de la semana santa.
Es guapísima.
No lo sé.
No he perdido ningún hijo, pero desde que lo tengo, siento un cosquilleo, dañino, cada vez que pienso que le pueda pasar algo.
Y por mi profesión te digo que es algo muy duro, muy duro. Lo he vivido en varias ocasiones, y te sientes incapaz de ayudar en ese momento.
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