Sintió aquella voz como un objeto punzante tocarle en la nuca:
"Adiós Antonio".
Miró hacia atrás.
"¿Mario?
"Si yo soy, es que vuelvo a estar enganchao, aunque ahora voy a entrar en un centro"
"Pues suerte, hace años que no nos vemos y no te había reconocido".
Suerte la que tengo yo, había compartido colegio con aquel rostro espectral, y aunque seguía sufriendo de amores y su vida era un desorden, no podía quejarse; el café que se tomó diez minutos después le supo a aguarrás, y eso que ni él tenía culpa de las decisiones de su compañero de colegio, ni por supuesto, nunca había bebido aguarrás.
Suerte Mario.
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