Nacía la cofradía como una primavera temprana. Dándole a las calles recursos para la felicidad. Olía a incienso y cera y desde el dintel de la puerta se mezclaba con el último impulso de los azahares. Poco a poco aquella serpiente sacra fue alcanzando los adoquines. El murmullo fue callando cuando los guardabrisas asomaban por las puertas. Muy despacio el paso volvió a la calle. La mente traía recuerdos y peticiones muy bajitas; en ese tono en el que se hacen las oraciones. Te vi alejarte. No sólo te fotografié. Yo también usé ese tono. El de la oración.
martes, 31 de marzo de 2009
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