Se alargaban las horas para que no acabara un domingo de Cuaresma. Uno de esos domingos eternos lleno de instantes que se confundían con recuerdos. Tuve una curiosa sensación mientras mi Virgen avanzaba en los brazos de las mujeres de mi hermandad(entre ellas la mía) en dirección hacia su paso. La sensación de estar viviendo un momento eterno. Un instante traspasado de padres a hijos y que cada año reunía a las mismas caras. El domingo fue transcurriendo entre imágenes que pasan de generación en generación y a veces pienso que tenemos la responsabilidad de que dentro de tres generaciones aun existan domingos eternos como el de ayer.
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1 comentario:
Todos estos movimientos cuaresmales parecen eternos cuando lo que hacen es robarnos minuto a minuto parte del alma. Ayer en San Bernando subiendo al Cristo tuve una de esas sensaciones...
Antonio
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