De negro riguroso, en la cara claro, se ha colgado el chupe que le dio su sobrina en el pecho de su túnica, blanca, a diferencia de la que lleva en la madrugada del Viernes Santo, tira el primer puñado de caramelos al cielo, desde donde lo miraran varios de su cariños, aunque no se puede uno emocionar, porque el maquillaje no aguantaría; mañana cuando le devuelva el chupe a su sobrina, tendrá los brazos agarrotados, las piernas doloridas y el corazón iluminado, para el año que viene, si Dios quiere, volverá delante del Rey Melchor.
domingo, 6 de enero de 2008
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