Recuerdo de pequeño usar la palabra rancio, para
aquellos alimentos que se habían echado a perder o que estaban a punto de
hacerlo.
Afortunadamente mi querido Paco Robles y mi escritor de Rancio-sellers,
Julio Muñoz, le dieron otra entidad a la palabra Rancio.
Así paseaba un día por una de esas recónditas
callejas que alfombran el centro de paredes y adoquines cuando me crucé con
este hexaedro perfecto, que les muestro en la foto.
Y me dio por pensar en la geometría rancia sevillana
de toda la vida.
La caja de loción de afeitar Floid, comprada en José
Gestoso, sería ideal para el rectángulo y para el prisma rectangular.
Seguí andando por el centro hasta que vi las piedras
de molino en la calle Fabiola incrustadas en las paredes, claro ejemplo del
círculo. Las columnas romanas de la calle Aire, que alguna viajó hasta la
Alameda de Hércules, como cilindros con muchos siglos en su estructura. Y así
llegué a la Catedral, esa cúpula de la capilla Real, como semiesfera o
semicírculo y esos rombos entrelazados de las sebkas de la Giralda. Y pasé de
refilón por el Alcázar con sus arcos y sus polígonos regulares e irregulares
convertidos en azulejos.
Así llegué hasta el dodecágono almohade más hermoso
que nunca vi, el que forma la Torre del Oro, ese rinconcito donde todo tiene
sentido.
Seguí paseando y recordé los conos más cofrades que
existen y las colas que se forman en Alcaicería para comprarlos cada año, esas
esferas de colores que se convierten en cielo iluminado cuando Abril estalla de
alegría junto al río y sus líneas paralelas de las lonas de las casetas, el
óvalo maestrante, triangulo isósceles de las cuñas de la Puebla del Río, ...,Sevilla
es pura geometría.
Fuera apretaba el calor con un viento de levante que
ponía la sensación térmica en modo calderas del Titanic.
- Ponme un cilindro de cristal hueco con
lúpul...échame un tanque anda que hace calor hoy.