Despuntaría el alba con aquel impulso de los días grandes. Un año más venía con cautela pero sin remisión. Se adentraría la luz blanca de cola por los vericuetos del centro. Sentiría esa mañana la inmensa alegría de la nueva dicha. Me levantaré a estrenar ese día, estrenaré sus manos, su sonrisa y la felicidad de sentirla mi amor. La ciudad inaugura los días eternos. Nace el Domingo de Ramos con medía sonrisa miro la madrugada por la ventana. Sueño el día siguiente. Ese día de cuyo nombre nunca se baja mi alegría.
domingo, 5 de abril de 2009
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1 comentario:
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