Apareció el Señor Delegado en la calle buscando soluciones. Venía la Semana Santa y aquellos pirulos metálicos que servían para no aparcar se metían en medio. Eran de la llamada piel sensible. Pero esa piel sensible realmente era la de las espinillas de los transeúntes que chocaban por no verlos. Y ahora llegaba la Semana Santa. Cada año algo nuevo. El primero las palmeras de la Puerta Jerez. Después aquello de la Alfalfa. Con lo que alumbraban las farolas y lo que jugaba su niño en el parquecito, pero no, los capillitas a quejarse.Después la catenarias... Se rascó la cabeza. Hacía calor. Notó su frente sudar. La única solución que se me ocurre es señalizarlo que seguro que cuesta menos que quitarlos, seguro que los capillitas le sacan algo
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