Sabía el cielo recomponerse alrededor de las torres sevillanas. Las nubes quebraban el cielo en indescriptibles figuras extrañas que se superponían entre antenas y ladrillos. Apuré mi café. Sonó mi móvil. Era un beso de mi sueño a media mañana. Sonreí. Me adentré en Sevilla que seguía radiante y fría. Mis pensamientos iban y venían como las nubes. Busqué unas letras para mandarle un beso a la Dueña de mis pensamientos. Y así lo hice mientras me adentraba por Castellar y seguía mirando las nubes.
lunes, 15 de diciembre de 2008
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2 comentarios:
¡Que bonito eso de mandarle un beso a la dueña de tus pensamientos...! ¡que bonito! ¡que suerte!
Por la mañana, cuando suena el despertador a las 7, tengo la costumbre de mirar por la ventana de la cocina, porque no hay ni un sólo día que el cielo traiga las nubes iguales.
También dirijo mis pensamientos a alguien, pero seguramente, no los recoja.
La verdad es que siempre me han gustado más las nubes compactas. Aquellas que no se dejan esparcir entre el azul del cielo como ríos plateados de una melena anciana.
Bonita entrada.
Un abrazo amigo mío.
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