martes, 22 de abril de 2008

...Y LLEGÓ HUELVA.


No había río Quema, ni carretas de bueyes, ni arenas de playa, no estaban los Vigilantes de la Raya, ni el Flecha, ni Paco el Grande, ni mi compadre Jesús, ni Salva el de Bajo guía, ni Alvaritu y su Polígono..., no era ese camino que empieza en Villamanrique empeñado en cortar el fuego del pinar y que tantas veces he cruzado, que tiene hasta tres lápidas de cenizas rocieras cercanas a sus lindes, había pocas o casi ninguna cara conocida.
De repente la carreta llegó al Charco, allí donde se bautizan, donde se recuerda, donde se canta, la cúpula era celeste y las columnas y pechinas, grandes árboles del pre-coto que indicaban que ahí empezaba el último trecho, ese que acaba cercano al barrio de las Gallinas de la Aldea; todo en silencio que se rompió por Manguara "Un año más simpecao, y otra vez la misma estampa...", en ese instante un escalofrío recorrió mi espinazo y tuve que separar la cámara de mi cara para no mojarla con mis lágrimas. Gracias Rocío

1 comentario:

Herodes Antipas dijo...

DE VERDAD, QUE QUÉ MANERA DE ESCRIBIR QUE TIENES, HIJO. cÓMO QUWE TENGO AHORA MISMO LOS VELLOS CON ESCARPIAS...COMO SERÁ QUE NO ME HE DADO CUENTA DE LAS MAYUSCULAS HASTA AHORA MISMO.
Un saludazo y salud y suerte, hermano.

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