Llegó de Granada más delgada, tanto que parecía estar en los huesos, con su guadaña brillante y su dragón cercano. Aparecía en su monte reflexionando sobre la vida y la muerte; y allí permanecí un rato meditando ante su gesto; salí a la calle y alguien delatado por la megafonía recibió en su mesa la visita de una ración de puntillitas en el bar de enfrente.
martes, 26 de febrero de 2008
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2 comentarios:
Fantástica restauración.
El otro día estuve allí. Para ser concretos, el jueves pasado. Y al entrar y observarla, no pude remediar acordarme de ti y de tu entrada en la que visitabas San Gregorio y aún no había vuelto.
Todo se precipitará cuando concluya esta semana, pues tan sólo quedarán dos.
Un abrazo.
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