sábado, 8 de octubre de 2016

LA PRIMERA VEZ QUE VIÓ A LA PIEDAD

Pudiera llamarse Julián. Pudiera ser hijo y nieto de Julián. Y llevar en el ADN el azul mecánico. Pudiera haber nacido en días de Pastoras, cuando septiembre pasaba su meridiano. En esos días en los que tu, Madre, estabas donde se curan las cicatrices del tiempo. Ahora que has vuelto, sus padres fueron a llevarle para que lo conocieras. Aún le cuesta abrir los ojos, aunque te intuyó para calmarse mientras su padre lo elevaba ante tus ojos. Vendrán Miércoles Santos. Vendrán levantás de ensueño, mientras los dos Julianes que te preceden lleven el timón de Madre aniñada del Arenal. Y llegará un día en el que entenderás que naciste en unos días en los que los baratilleros a pesar de confiar en el imaginero, teníamos el alma encogida porque nos faltaba una de nuestras Vírgenes. Fuera la mañana continuaba y Julián dormía en su carro, la primera vez que vio a la Piedad

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