sábado, 29 de octubre de 2016

EL DIOS SIN NOMBRE

Casi nunca te llamo por tu nombre. Jesús del Gran Poder. Y casi nunca lo hago porque uso palabras que rebosan cariño en vez de advocaciones. Eres Padre, porque hasta los padres acuden a ti cuando la desesperación les aguarda en una esquina de la vida, o cuando simplemente quieren sentir que alguien cuida de ellos. Hay quien te llama el Señor, porque impones con ese caminar intenso y amplio hacía tu futuro, como si poco importaran las penurias que te aguardan, y se dirigen a ti con el respeto que merece quien tiene el cielo y la tierra entre sus manos. Hay quien te  llama Jefe, porque mandas en sus vidas aportandoles un futuro meridiano, hay quien te llama Cisquero, por la negrura que hasta la última restauración tenía tu rostro..., para mi eres el Dios sin nombre, sólo se como te llamas cuando lo leo en un libro. Mientras tanto te aguardo silente en el confesionario de la izquierda viendo tu reflejo en la pulida pared de la Basílica. Al rato me acerco para verte más cerca, para hablarte más próximo como se le habla a la familia, o al amigo que pides ayuda. Te veo en el calendario de la carniceria, en una foto sobre el tostador del bar, mientras las tostadas salen a repartir entre mesas, estas en una estampa en la nevera del taquilla con tu túnica blanca en una foto del novecento, te veo y te veo, ¿ o me ves?, o estas pendiente de nosotros, porque eres el Dios de Sevilla, el Señor de los mil nombres y de ninguno. Te llamaron Gran Poder y tu diste a este pueblo la tranquilidad de no tener que buscar a Dios, porque estas en cada rincón de esta ciudad. Ruega por nosotros, Señor. El Dios sin nombre.

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