domingo, 20 de septiembre de 2015

ATRIL DE CORAZÓN

Hace algo más de 24 horas que acabaste de hablarnos de la Virgen, de tu Virgen, de nuestra Virgen. Ahora con ese margen ya cumplido paro a pensar en lo que ayer nos hiciste vivir. Te conocí personalmente en la calle Castilla, un jueves de vuelta de garganta rota y corazón pleno, y desde entonces no he parado de aprender de ti, hermano.Ayer le diste una vuelta de tuerca más a nuestra amistad, porque pusiste tal corazón en aquello, que me enseñaste a mirar a la Virgen con los ojos de lo cotidiano, de las mujeres cercanas... Llegamos Lola y yo corriendo, el trabajo nos privó de oir tu principio. Lola permaneció al final de la iglesia y yo con esa sinvergonzoneria que nos da la cámara a los que nos hemos curtido en infinidad de actos cofrades, logré acercarme hasta que te tuve a tiro, lo que no era consciente es de que tu también me tenías a tiro, de tus palabras. Y allí seguiste con tu retahila de mujeres y de historias, de ese amor incondicional a tu Reme, a nuestra Reme,porque todos nos hicimos de tu equipo y a todos se nos atornillaron las entretelas cuando se te entrecortó la voz hablando de tu amor. Yo no tengo historias genovevas que contarte, yo seguía al de la mirada implorante por el parque cada año y cuando en 1997 me dieron mi piso, ese lugar donde ya mi Lola duerme y yo te escribo. No tuvieron otra ocurrencia que darmelo un lunes santo. Aun recuerdo a mi padre apuntando defectos para decirlos en la constructora y yo apremiandolo, "papa vamonos que la cruz de guía debe de ir por Felipe II"; a pesar de mi falta de ADN de Teatinos. Esa Madre orgullosa de su Hijo que también la pregonó, reflejada en todas aquellas mujeres de su entorno, un día se acercó a mi. Un día negro en el que la vida caía como cemento sobre mis huesos caminaba o mejor deambulaba sin rumbo por Felipe II, y junto a una farola me encontré una foto de Mercedes, raida y dañada como de haberse caido de una cartera; he de confesarte que a mi su Hijo de ojos eternos y manos atadas era el que siempre me había llamado; pero aquel día le recé a Ella. El tiempo y su cara en aquella pequeña cartulina sanaron aquella cornada de la vida; y me acerqué a verla una mañana de septiembre, era 24, y desde aquel día nunca más la he visto llorar; cada vez que la veo me parece verla sonreir. Y más cuando mi Edu la nombraba en tantas y tantas personas buenas del barrio. Para colmo nos nombraste a Lola y a mi y ya mojé sin remisión la pantalla de la cámara con mis lágrimas. Miré hacia arriba y allí estaba San Martín de Porres, el santo de mi Madre,(otra mujer), al que mi Madre le cuenta sus desvelos. Terminaste de hablar y me rompí las manos aplaudíendote. Si un pregón es una alabanza de algo, como dice la RAE, tu ayer hiciste el mejor pregón que se le puede hacer a una Madre. Me acerqué al altar mayor, para ver la sonrisa de la que ya es mi Virgen y recordé aquella estampa gastada y todo lo que me ha dado desde entonces, incluido mi familia Genoveva. Un abrazo hermano

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