Se quebró la madrugada en recuerdos a la vuelta del enésimo paseo en la playa. Sus ojos, su sonrisa, el sol, el mar y esas ganas de vivir que te surgen cuando el cuerpo relaja tempestades diarias y tu único interés es disfrutar. Bajábamos la A49 y sólo pensé un par de cosas el año próximo (si Dios quiere) cuando volvamos por ese camino ambos iremos a la misma casa y la segunda fue un suspiro de alivio, la Giralda seguía allí.
lunes, 10 de agosto de 2009
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