Eran frías las mañanas. De cola cao y tostada con tulipán. De abrigo largo y de la mano de mamá. Calle San José adelante para entrar en el convento a un lugar por el que el tiempo no es un valor. Una voz en el torno. Una historia de entrega. Los años transcurridos no han cerrado aquella brecha de fe que se abrió una mañana de jueves cuando no levantaba más de dos palmos del suelo.
jueves, 25 de junio de 2009
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