Para ti que volviste a mi vida y me trajiste una sonrisa y una noche entrañable.
Tenía la noche un soberano olor a primavera, mientras Jesús apoyado en la piedra repartía amor al mundo; mi medalla ya colgaba de la cabecera y cuando aun no recordaba donde perdí el norte apareciste y te quedaste en esa memoria que nace en el recuerdo y se fundamenta en tu sonrisa.
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