A veces la belleza está en el más mínimo detalle, esa porción minúscula de realidad que se escapa habitualmente y que encierra un sentido de belleza eterno que debería de perdurar generación tras generación, así te encontré una noche de esas que se hacen eternas, en la que apretaba el calor y yo vagaba entre calles y respuestas en las que la soledad se unía a la multitud, entre sombras y tascas, llevaba una sonrisa en la memoria, un cielo azul, un despertar entre olivos y un atardecer repleto de nubes y tonalidades que variaban del naranja al purpura, allí te quedaste anclada en esa memoria en la que suelo depositar la belleza.
jueves, 26 de junio de 2008
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2 comentarios:
Tocamos y tocamos los llamadores de las puertas y nadie nos abría...
Hace siete años, toqué esa aldaba, y el amigo Canónigo, me abrió las puertas de su archivo y las de su amistad.
Gracias a él, sacamos una empresa adelante, que aún hoy nos la recuerdan.
Imagen y texto bellísimos. La conjunción de ambas es artística.
¡Qué grande eres amigo!
Un abrazo.
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